La sección 17 del Estándar para Pymes, así como la NIC 16, establecen los requerimientos sobre reconocimiento y medición de propiedades, planta y equipo; uno de los principales requerimientos es el de estimar una vida útil para el activo.
La vida útil es el término a lo largo del cual la entidad espera consumir los beneficios económicos derivados del uso del activo.
Para estimar la vida útil de un activo la entidad debe considerar todos los siguientes aspectos:
- a. La utilización esperada del activo
- b. El desgaste físico esperado.
- c. La obsolescencia técnica o comercial.
- d. Los límites legales o restricciones contractuales para el uso del activo.
Utilización esperada
Tiene que ver con la expectativa que tiene la gerencia sobre el uso del activo; este aspecto se relaciona con la planeación de la entidad, pues en muchas ocasiones los activos se adquieren para atender proyectos específicos, o para ser utilizados por períodos establecidos, después de lo cual es poco probable que el activo se siga usando, o que el activo siga generando beneficios económicos representativos.
Por ejemplo, suponga que una entidad es contratada para construir un puente sobre un lago; para realizar la construcción, es necesario instalar unos moldes sobre los cuales se fundirán las columnas en concreto. Estos moldes se fabricaron a la medida, y serán utilizados a lo largo de tres años, mientras dura la obra. La entidad no espera poder utilizar los moldes en otras obras.
En el caso anterior, los moldes deben ser amortizados con una vida útil de tres años, y cargados como costo de la construcción.
Desgaste físico esperado
Como su nombre lo indica, este aspecto tiene que ver con el desmejoramiento físico del activo, y responde al desgaste físico de sus partes con relación al momento de su fabricación. El desgaste es inevitable en todos los elementos, pero es también muy difícil establecer la duración exacta de un activo hasta que está totalmente acabado por el uso.
Para hacer una estimación basada en el desgaste, generalmente se utilizan las indicaciones del fabricante en relación con el tiempo durante el cual el activo puede funcionar sin mayores problemas.
Por ejemplo, una entidad tiene una máquina que utiliza un motor a gasolina. El motor está diseñado, según el fabricante, para trabajar por un tiempo de entre 12 y 15 años, con jornadas de trabajo de 12 horas diarias, y una rutina de mantenimiento periódico.
Si la entidad sigue las indicaciones del fabricante, es adecuado depreciar el motor en un lapso de entre 12 y 15 años.
Obsolescencia técnica o comercial
Este aspecto requiere el análisis de aspectos relacionados con la posibilidad de seguir usando el activo en actividades de producción, ya sea porque el activo mismo no se encuentra a la altura de la última tecnología, o que el mercado ya no requiere productos fabricados utilizando el activo.
Por ejemplo, una entidad tiene una máquina para fabricación de envases de vidrio, la cual requiere de la intervención de 15 operarios de manera constante; se evidencia que ya están llegando al mercado otras máquinas que solo requieren tres operarios, y ofrecen mayor eficiencia.
En un caso como el anterior, la gerencia puede llegar a la conclusión de que la máquina no será utilizada por un largo período, sino que será reemplazada por una nueva.
Restricciones legales o contractuales
Tienen que ver con el permiso otorgado por el gobierno para la utilización u operación de un activo, o también con los vencimientos de condiciones contractuales sobre activos.
Tal es el caso de una entidad que alquiló un terreno con un contrato a diez años, construyó sobre el terreno un local comercial, el cual utiliza por el término del contrato.
Si la entidad no tiene evidencia de que podrá renovar el contrato, debe depreciar la construcción en un período máximo de 10 años, mientras dure el contrato de arrendamiento sobre el terreno.
Fuente: Actualícese